RAQUEL
"Yo siempre viví en el campo. Me gusta mucho más la vida de campo, no fue algo que rechacé. Con mi esposo nos conocimos en una fiesta de la Juventud Agraria Católica. Cuando lo vi me encantó, pero no pensé que él podría gustar de mí. Yo venía del campo: tenía 19 años y sólo había terminado la primaria. Y él era un chico con preparación que había ido a la Escuela Agraria Salesiana en Montevideo. ¡Lo veía como algo imposible!"
"A mí me gustaba bailar, pero no irme a sentar con uno porque la gente ya pensaba que andabas de novia. Cuando me vino a saludar en un baile de campaña me dice '¿podemos sentarnos?'. Y como era él, nos sentamos. Me preguntó si había recibido una carta suya a través del señor que repartía el pan, a lo que yo le contesté que no. Resulta que esa carta llegó mucho después y ahí decía que se había enamorado de mí y que si podíamos encontrarnos en ese baile. ¡Yo había encontrado lo que quería! Estamos casados hace 53 años y tenemos dos hijos. Me siento muy contenta de lo que hemos logrado.
Mercedes también estaba en ese grupo de la Juventud Agraria Católica. La conocí por
primera vez en un encuentro en Carmelo y siempre tuvimos una amistad y admiración
especial. Hoy en día es un placer organizar los Concursos de Mesas de Té junto a ella y
Cristina.
Empezamos con esto cuando Montes del Plata tuvo la idea de traer al CLAEH. Ellos nos
enseñaron a trabajar y descubrir que nosotros mismos podíamos lograr los objetivos con la
ayuda de Montes del Plata pero no siendo la empresa la que hacía todo. Ahí pensamos en
cómo podíamos darle valor turístico al pueblo de Conchillas y enseguida salió la tradición
del té. A pesar de que nos ponemos nerviosas y que a veces pensamos que no vamos a
poder, siempre nos sentimos muy felices organizándolos y tenemos la ilusión de que esto
tenga una continuidad en el futuro.
En paralelo, también organizamos concursos de jardines. En el primer concurso se anotaron
32 jardines de Conchillas, Radial, Pueblo Gil y El Muelle. Para el segundo concurso
quisimos darle participación a los niños e invitamos a seis escuelas a participar. Le dimos a
los niños una maceta para llevar a su casa donde la plantaban y cuidaban con sus familias.
Fue realmente maravilloso porque despertó el interés de los niños por cuidar y conservar la
naturaleza.
Nosotras le hacíamos llegar unos mensajes a través de las mamás para que ellos pudieran
pegar en las macetas. Por ejemplo 'cuidame', 'no te olvides de ponerme agua' y 'si vos
sonreís, yo también'. ¡Eran unos cuantos cartelitos! El día del concurso se presentaron 96
niños y en esta ocasión le permitimos al pueblo votar. Cobramos $10 por voto y arreglamos
con las chicas que estaban armando el CAIF que si ellas nos ayudaban el día del concurso
contando los votos, podían juntar ese dinero para el centro. Me acuerdo que le dijimos a los
chicos que eso se lo daban ellos como bienvenida a los niños más pequeños que empezarían
en el CAIF. ¡Estuvo lindísimo!
Lo más difícil de organizar este tipo de cosas es que a la gente le cuesta mucho
comprometerse. Pero, al no comprometerse, se están perdiendo una cosa muy linda
que es actuar. Porque esto que hacemos nosotras es para la comunidad pero también
para nosotras. ¡Nos hace muy bien! Se nos van los dolores, las quejas, todo... Yo tengo
74 años y esto me ha dado vida y a Cristina y Mercedes les pasa lo mismo. Aunque a la
gente le cueste involucrarse, ¡lo hacemos igual! Mientras nos dé el físico, queremos
seguir.
Sino, ¿qué?"